La misma imagen,
el instante.
Cada día, a esta hora.
Vuelve la ola,
esa sensación conocida,
repasada, casi como mi piel,
el olor sobre todo,
las vocales desentonadas,
en la cresta…
la ciudad.
A esta hora, mudo la piel,
y nadie se da por enterado.
Casi me acerco a lo más elemental,
y termino rodeado de muertos,
los siento,
la presencia legítima
no avisa cuando esta lista.
Ese tipo de disposición
para el baile.
Ojeo antiguos rituales
de deseos perdidos…
A ellos les toca en el siguiente turno,
hacemos lo que es necesario,
manos dulces, proyectadas hacia un futuro
que de gris cambia a morado,
entre todos nosotros.
La realidad es confusa, precipitada;
quiere algo más
pero no lo obtiene.
El mundo es triste
y la vida nos hace reír,
nos martiriza con el asfalto de oro
de los quejidos de las pocilgas húmedas
donde nadie sale de su refugio desconocido,
el sí-mismo.
Intento entender la respuesta
pero ya es demasiado tarde.
El derrumbe se vino sobre nosotros.
Alguien alcanzó a gritar,
inútil gritar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario