Me encuentro bebiendo poder,
impulsado por el mundo que gira a mi alrededor,
sin que nadie lo intervenga.
Lo destruyo todo
en cuanto lo
acojo en mi
corazón dei-
cida.
Intento dar la vuelta
a un cuadrado,
y aún muerto, sobre
un racimo de ojos
que sienten las imágenes,
me llevo a la boca
una sombra de piel.
Frente al espejo soy un adicto.
Y frente a la cámara un rostro redondo.
El círculo ya se completó.
Me voy de bruces contra esa cruz,
y el crucificado se despierta otra vez,
grita de nuevo hacia el cielo,
y le responden: “ya te oímos la primera vez”
Repto la madera.
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